9.2.13

Reflexiones sobre praxis política

"Reflexiones sobre praxis política y

políticas de Estado: el caso argentino".

Por Lic. Miguel Angel Duarte

“(...) acordamos con Paulo Freire que la política al igual que la educación requieren esencialmente del diálogo, y coincidimos en que una praxis es liberadora, si se expresa a través de la palabra pronunciada de manera genuina, verdadera, aquella que pone de manifiesto su capacidad tranformadora, aquella que al pronunciarse implica la denuncia de las injusticias del mundo. Por el contrario, cuando la palabra no es verdadera pierde toda capacidad de cambio, toda capacidad de transformación del mundo, y corre el riesgo de volverse una máscara utilizada para ocultar el ejercicio de la dominación por parte de los dominantes o simplemente resultar insignificante. Cabe subrrayar que el pronunciamiento de palabras de bajo contenido -en sentido discursivo- o sin sentido que suelen utilizarse en campañas publicitarias, intensas y costosas, v.gr. durante los procesos electorales, constituye una práctica corriente en sociedades que se sustentan culturalmente en el individualismo competitivo, y que llevan implícito el debilitamiento de los lazos de solidaridad y la sensación de imposibilidad de construcción de proyectos colectivos con autonomía.



IV. ¿Tiene sentido la política?

La política es esencial a la vida de los pueblos, aunque por su propio carácter variable, en la actualidad se inscriba en el rechazo de la ciudadanía o pierda su sentido. En efecto, observamos un marcado alejamiento de ciudadanas y ciudadanos de la vida política, que en alguna medida se podría asemejar a la crisis que motivara profundas reflexiones de una de las pensadoras más trascendentes del siglo XX: Hanna Arendt, quien ante los horrores que los totalitarimos y el avance en las técnicas de aniquilación causaron a la humanidad, preguntaba sobre el sentido de la política con atención a las razones para la formulación de dicho interrogante en pleno SXX:

“Nuestra pregunta actual surge de experiencias políticas muy reales: de la desgracia que la política ya ha ocasionado en nuestro siglo y de lo mucho mayor que todavía amenaza ocasionar. De aquí que nuestra pregunta suene mucho más radical, mucho más agresiva y mucho más desesperada ¿tiene, pues, la política todavía algún sentido?” (12).

La respuesta de origen es que “el sentido de la política es la libertad”. Ahora bien, las asimetrías entre países ricos y países pobres del planeta; las desigualdades sociales en el seno de las naciones; y las imposibilidades de acceder a una vida digna para gran parte de la humanidad; dan plena vigencia a la pregunta de Arendt. En relación a la profundización de las desigualdades el Primer Ministro de Noruega Kjell Magne Bondevik (13) señalaba lo siguiente:

“Aproximadamente el 23% de la población del mundo sigue viviendo en la extrema pobreza, con menos de un dólar por día; el 20% más rico de la población mundial obtiene el 83% del ingreso del mundo, y en los años noventa la desigualdad en la distribución del ingreso entre los diferentes países se hizo cada vez más pronunciada. Al mismo tiempo, los pobres corren mayor riesgo que las demás personas de padecer crisis, enfermedades y violencia. Por ejemplo, el 95% de las personas con VIH/SIDA viven en países en desarrollo. Sólo el 10% del total de los recursos mundiales dedicados a investigaciones médicas y sanitarias se destina a aliviar el 90% de la carga mundial en enfermedades. Pocas dudas caben de que los pobres, la mayor parte de los cuales son mujeres, figuran entre las principales víctimas de las recientes crisis económicas experimentadas en América Latina y otras regiones, y de que son mayoría entre las víctimas de los desastres naturales”.

Dicha descripción de la realidad nos permite sostener que la política está cargada de sentido por lo que ella deja sin resolver y también por lo que todavía puede resolver, todo ello forma parte del debate actual con miras al porvenir. Por esas razones concebimos la política con el ideal de vida buena, con una ética social que se constituye en un marco insustituible para el desarrollo humano, con la capacidad de crear condiciones favorables para que imperen la dignidad humana, la justicia, la solidaridad, la libertad y la paz.

Se trata de pensar la política en su sentido originario y promover la acción desde nuevos paradigmas que permitan superar el rechazo o la apatía actuales.

La política se identifica con el papel del Estado y el entramado de normas, instituciones, y elementos que lo constituyen, los gobiernos, las fuerzas políticas y la participación ciudadana, orientados a la resolución de problemas y conflictos públicos o que afectan a la comunidad, y que en pos de la cohesión social recurren a organizaciones o instituciones que a medida que adquieren más poder logran crear las condiciones para mejorar la vida humana en sociedad.

Sin embargo en la actualidad no es vista desde sus perspectivas más beneficiosas para el bien común, por el contrario, persiste la preocupación por la crisis de sentido que la misma experimenta. Uno de los analistas más agudos de la actualidad, Zygmunt BAUMAN (14), observa la realidad europea y dice:

"Si se desea descubrir el origen de la creciente apatía política, no es necesario buscar más allá. Esta política premia y promueve el conformismo. Y conformarse bien podría ser algo que uno puede hacer solo; entonces, ¿para qué necesitamos la política para conformarnos? ¿Por qué molestarnos si los políticos, de cualquier tendencia, no pueden prometernos nada, salvo lo mismo?".

Debido a la globalización neoliberal las fuerzas del mercado incrementaron su poder en progresión geométrica mientras que los Estados nacionales fueron cediendo poder y resultan débiles en el ejercicio de los controles a mercados que se amplían recreando viejas desigualdades y creando nuevas asimetrías entre países ricos y países pobres del planeta.



Fuente: DUARTE; Miguel Angel -comp- (2012): Más allá de las urnas. Políticas públicas de integración social en el siglo 21. Editorial Académica Española, ISBN 978-3-659-05099-2.


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