"Reflexiones
sobre praxis política y
políticas
de Estado: el caso argentino".
Por
Lic. Miguel Angel Duarte
“(...)
acordamos con Paulo Freire que la política al igual que la educación
requieren esencialmente del diálogo, y coincidimos en que una praxis
es liberadora, si se expresa a través de la palabra pronunciada de
manera genuina, verdadera, aquella que pone de manifiesto su
capacidad tranformadora, aquella que al pronunciarse implica la
denuncia de las injusticias del mundo. Por el contrario, cuando la
palabra no es verdadera pierde toda capacidad de cambio, toda
capacidad de transformación del mundo, y corre el riesgo de volverse
una máscara utilizada para ocultar el ejercicio de la dominación
por parte de los dominantes o simplemente resultar insignificante.
Cabe subrrayar que el pronunciamiento de palabras de bajo contenido
-en sentido discursivo- o sin sentido que suelen utilizarse en
campañas publicitarias, intensas y costosas, v.gr. durante los
procesos electorales, constituye una práctica corriente en
sociedades que se sustentan culturalmente en el individualismo
competitivo, y que llevan implícito el debilitamiento de los lazos
de solidaridad y la sensación de imposibilidad de construcción de
proyectos colectivos con autonomía.
IV.
¿Tiene sentido la política?
La
política es esencial a la vida de los pueblos, aunque por su propio
carácter variable, en la actualidad se inscriba en el rechazo de la
ciudadanía o pierda su sentido. En efecto, observamos un marcado
alejamiento de ciudadanas y ciudadanos de la vida política, que en
alguna medida se podría asemejar a la crisis que motivara profundas
reflexiones de una de las pensadoras más trascendentes del siglo XX:
Hanna Arendt, quien ante los horrores que los totalitarimos y el
avance en las técnicas de aniquilación causaron a la humanidad,
preguntaba sobre el sentido de la política con atención a las
razones para la formulación de dicho interrogante en pleno SXX:
“Nuestra
pregunta actual surge de experiencias políticas muy reales: de la
desgracia que la política ya ha ocasionado en nuestro siglo y de lo
mucho mayor que todavía amenaza ocasionar. De aquí que nuestra
pregunta suene mucho más radical, mucho más agresiva y mucho más
desesperada ¿tiene, pues, la política todavía algún sentido?”
(12).
La
respuesta de origen es que “el sentido de la política es la
libertad”. Ahora bien, las asimetrías entre países ricos y países
pobres del planeta; las desigualdades sociales en el seno de las
naciones; y las imposibilidades de acceder a una vida digna para gran
parte de la humanidad; dan plena vigencia a la pregunta de Arendt. En
relación a la profundización de las desigualdades el Primer
Ministro de Noruega Kjell Magne Bondevik (13) señalaba lo siguiente:
“Aproximadamente
el 23% de la población del mundo sigue viviendo en la extrema
pobreza, con menos de un dólar por día; el 20% más rico de la
población mundial obtiene el 83% del ingreso del mundo, y en los
años noventa la desigualdad en la distribución del ingreso entre
los diferentes países se hizo cada vez más pronunciada. Al mismo
tiempo, los pobres corren mayor riesgo que las demás personas de
padecer crisis, enfermedades y violencia. Por ejemplo, el 95% de las
personas con VIH/SIDA viven en países en desarrollo. Sólo el 10%
del total de los recursos mundiales dedicados a investigaciones
médicas y sanitarias se destina a aliviar el 90% de la carga mundial
en enfermedades. Pocas dudas caben de que los pobres, la mayor parte
de los cuales son mujeres, figuran entre las principales víctimas de
las recientes crisis económicas experimentadas en América Latina y
otras regiones, y de que son mayoría entre las víctimas de los
desastres naturales”.
Dicha
descripción de la realidad nos permite sostener que la política
está cargada de sentido por lo que ella deja sin resolver y también
por lo que todavía puede resolver, todo ello forma parte del debate
actual con miras al porvenir. Por esas razones concebimos la política
con el ideal de vida buena, con una ética social que se constituye
en un marco insustituible para el desarrollo humano, con la capacidad
de crear condiciones favorables para que imperen la dignidad humana,
la justicia, la solidaridad, la libertad y la paz.
Se
trata de pensar la política en su sentido originario y promover la
acción desde nuevos paradigmas que permitan superar el rechazo o la
apatía actuales.
La
política se identifica con el papel del Estado y el entramado de
normas, instituciones, y elementos que lo constituyen, los gobiernos,
las fuerzas políticas y la participación ciudadana, orientados a la
resolución de problemas y conflictos públicos o que afectan a la
comunidad, y que en pos de la cohesión social recurren a
organizaciones o instituciones que a medida que adquieren más poder
logran crear las condiciones para mejorar la vida humana en sociedad.
Sin
embargo en la actualidad no es vista desde sus perspectivas más
beneficiosas para el bien común, por el contrario, persiste la
preocupación por la crisis de sentido que la misma experimenta. Uno
de los analistas más agudos de la actualidad, Zygmunt BAUMAN (14),
observa la realidad europea y dice:
"Si
se desea descubrir el origen de la creciente apatía política, no es
necesario buscar más allá. Esta política premia y promueve el
conformismo. Y conformarse bien podría ser algo que uno puede hacer
solo; entonces, ¿para qué necesitamos la política para
conformarnos? ¿Por qué molestarnos si los políticos, de cualquier
tendencia, no pueden prometernos nada, salvo lo mismo?".
Debido
a la globalización neoliberal las fuerzas del mercado incrementaron
su poder en progresión geométrica mientras que los Estados
nacionales fueron cediendo poder y resultan débiles en el ejercicio
de los controles a mercados que se amplían recreando viejas
desigualdades y creando nuevas asimetrías entre países ricos y
países pobres del planeta.
Fuente:
DUARTE; Miguel Angel -comp- (2012): Más
allá de las urnas. Políticas públicas de integración social en el
siglo 21.
Editorial Académica Española, ISBN
978-3-659-05099-2.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario